Cuando comienzo a hacer algo nuevo la mayoría de las veces no tengo ni idea de como hacerlo. Esta es una de ellas. Y mientras pienso en la forma de mantener este espacio vivo, quiero compartir algo que escribi hace ya unos cuantos años.
Es la historia de LA NIÑA DEL RULERO.
- Hola, cómo estás?...
Recién hoy después de tanto tiempo me decidí a escribirte. Y es raro ya que no nos conocemos. Tal vez así sea más fácil expresarte lo que siento ya que entre tus cosas y mis cosas, no hay mucha diferencia; sólo las distintas pinceladas que al vivir han dado un colorido particular a esta obra inconclusa que es la vida.
Ella miraba a travez de esos profundos y tristes ojos marrones. Solitaria, reflexiva y muy madura, hacía correr esos antiguos ruleros de su madre sobre la montaña de arena que había en el jardín. Y así en un segundo se convertía en una operaria de vialidad nacional, preparando la tierra para que un nuevo camino pudiera llevarla, tal vez, al rincón de la felicidad. Un camino lleno de árboles, mares y montañas elevaban su alma a un paraíso.
Una fuerte discusión la trajo rápidamente de regreso a la capital federal. Atrás habían quedado las cumbres nevadas, los frondosos bosques y las libres aves que surcaban el cielo.
Otra vez la tristeza y la angustia de ver, entender y callar. Ser testigo imparcial del drama familiar talló su alma, como esas máscaras indigenas llenas de contenidos y significados silenciados.
Ayer la volví a ver después de algún tiempo . Yo creía que tal vez había logrado sonreír desde lo más profundo de su alma. Pero ayer, sin querer, la volví a ver con lágrimas en los ojos....frente a mi espejo.
- Hola, cómo estás?...
Recién hoy después de tanto tiempo me decidí a escribirte. Y es raro ya que no nos conocemos. Tal vez así sea más fácil expresarte lo que siento ya que entre tus cosas y mis cosas, no hay mucha diferencia; sólo las distintas pinceladas que al vivir han dado un colorido particular a esta obra inconclusa que es la vida.
Ella miraba a travez de esos profundos y tristes ojos marrones. Solitaria, reflexiva y muy madura, hacía correr esos antiguos ruleros de su madre sobre la montaña de arena que había en el jardín. Y así en un segundo se convertía en una operaria de vialidad nacional, preparando la tierra para que un nuevo camino pudiera llevarla, tal vez, al rincón de la felicidad. Un camino lleno de árboles, mares y montañas elevaban su alma a un paraíso.
Una fuerte discusión la trajo rápidamente de regreso a la capital federal. Atrás habían quedado las cumbres nevadas, los frondosos bosques y las libres aves que surcaban el cielo.
Otra vez la tristeza y la angustia de ver, entender y callar. Ser testigo imparcial del drama familiar talló su alma, como esas máscaras indigenas llenas de contenidos y significados silenciados.
Ayer la volví a ver después de algún tiempo . Yo creía que tal vez había logrado sonreír desde lo más profundo de su alma. Pero ayer, sin querer, la volví a ver con lágrimas en los ojos....frente a mi espejo.
Me parece conocer a la Niña del rulero ?? debe tener algun hermanito que jugaba con los carreteles vacios de hilo Tomasito ...
ResponderEliminarGracias por compartir .Un fuerte abrazo.
Oscar
muyy bueno mamaa..... te quiero mucho!
ResponderEliminarescribis muy lindoo