lunes, 27 de septiembre de 2010

TAL VEZ LEJOS PUEDA VERME - identidad


Terciopelo marrón
albergue de
palabras silenciadas
y
en la estrechez
unas manos que aprisionan
su bullicioso albedrío

Terciopelo marrón
en el grito de tu mirada...

Desgarradas
las ramas tempestuosas se sacuden
arrojándose implacables
al vuelo obligado

Terciopelo marrón
gotea tu partida
que
con voz sofocada se atreve
a dibujar
en el reflejo del sendero
una huella de identidad




miércoles, 22 de septiembre de 2010

NIEBLA EN MI MIRADA




Te deslizaste
por entre el rabillo de mis ojos
esquivo
reticente
cómo el deseo que se escurre
entre mis dedos huecos

Serpenteaste sedoso
por entre las gotas de rocío
noches
sudor
como el presagio incumplido
se escurre de mi pecho ardiente

Te deslizaste
por entre la niebla de mi mirada
labios
piel
como la visión de ensueño
que se esconde en el ripio de mi camino

martes, 21 de septiembre de 2010

AZULES CON LENTEJUELAS



Manto azul
-de misericordiosa piedad-
bordado con lentejuelas y canutillos

Vestuario imprescindible
del pequeño
personaje anquilosado
sobre las tablas
de la tragedia

Viejo manto
que otrora fuera el salvador
entre los
siniestros personajes
de la Comedia del Dante...

Hoy
se halla resquebrajado
por la explosión de la
actriz
-rebelada al personaje desgastado-

Ella trae
-del dolor supurado entre sus grietas-
un puñado de secretos
convertidos en mágicas palabras

Llaves
cerrando funciones...
Llaves
abriendo una nueva puesta en escena

El viejo manto azul
habita el templo místico
de las trastiendas
y
cada tanto sale a escena
-susurrándole el gastado guión-
con un mágico rocío
de canutillos y lentejuelas

Ella se inclina reverencialmente
y con admiración le grita:
¡"Chapeau"!
Y
cómo un pesado almanaque
cae el telón.




jueves, 16 de septiembre de 2010

LA NIÑA DEL RULERO - Reposición.( texto publicado en enero de este año)



- Hola, cómo estás?... Recién hoy después de tanto tiempo me decidí a escribirte. Y es raro, ya que no nos conocemos. Tal vez así sea más fácil expresarte lo que siento ya que entre tus cosas y mis cosas, no hay mucha diferencia; sólo las distintas pinceladas que al vivir han dado un colorido particular a esta obra inconclusa que es la vida.

Ella miraba a través de esos profundos y tristes ojos marrones. Solitaria, reflexiva y muy madura, hacía correr esos antiguos ruleros de su madre sobre la montaña de arena que había en el jardín. Y así en un segundo se convertía en una operaria de vialidad nacional, preparando la tierra para que un nuevo camino pudiera llevarla, tal vez, al rincón de la felicidad.
Un camino lleno de árboles, mares y montañas elevaban su alma a un paraíso.
Una fuerte discusión la trajo rápidamente de regreso a la capital federal.
Atrás habían quedado las cumbres nevadas, los frondosos bosques y las libres aves que surcaban el cielo.

Otra vez la tristeza y la angustia de ver, entender y callar. Ser testigo imparcial del drama familiar talló su alma, como esas máscaras indígenas llenas de contenidos y significados silenciados.


Ayer la volví a ver después de algún tiempo . Yo creía que tal vez había logrado sonreír desde lo más profundo de su alma. Pero ayer, sin querer, la volví a ver con lágrimas en los ojos....frente a mi espejo.



lunes, 13 de septiembre de 2010

OTOÑO DE FUEGO (noches desveladas) - Reposición-


Su piel acunó anhelos otoñales por demasiado tiempo y su corazón se escondió tras aquellos árboles bien amontonados, para ya no verlo. Para no sentir más.

Pero cuando el otoño la visita desde su escondrijo anestesiado, las ventanas de los sentidos se entreabren, filtrándose aquellas lejanas e irrepetidas sensaciones.

Su mirada fue para ella , como un puñal despellejando su aliento. Su mirada fue para él , como si en ese instante la hubiera hecho cautiva con el mismo delicioso puñal de néctar.

Un metro de distancia entre ella y él, disfrazado de mesa servida y convertido en deseo atormentado. En sueños palpitantes extendidos en caricias incorpóreas.

Un roce circunstancial de sus labios húmedos en la comisura de su boca y el susurro indiscreto y desubicado en sus oídos - cielo e infierno para ella-.

Un silencio..., habitando quince centímetros de complicidad culposa y un dejar pasar la vida por no…traicionar.

Un silencio..., habitando quince centímetros de conciencia, que no logró sofocar el desgarrado deseo.

Quince centímetros separando sus cuerpos inevitablemente unidos, latiendo en el intersticio de las inconveniencias mutuas. Mientras sus manos permanecian entrelazadas por un hecho fortuito.

Quince centímetros de alientos agitados reprimidos.

¡Ay! ¡Sólo quince centímetros para abrazarlo y no dejarlo ir más!.

¡Ay! Tan solo quince centímetros… para huir, por ese estrecho pasillo, multiplicados en años de distancias reales.

¡Quince centímetros... irrecuperables!

Su piel acunó anhelos otoñales durante demasiado tiempo y en esta noche desvelada, los pies avejentados de su pasión, vuelven a acariciar lentamente los mismos anhelos, ya casi imperceptibles en su cuerpo. Tal vez queriendo recuperar la intensidad de un metro, o de quince centímetros, de su roce escurridizo; o tal vez, queriendo rescatar el estremecedor estallido de imaginarlo habitando en el interior su calidez dispuesta.

Determinaciones de quince centímetros, que se sumergen en más de una lágrima por siempre, para extenderse sin medida en cualquier noche desvelada.


jueves, 9 de septiembre de 2010

EL ORFEBRE


Orfebre de ilusiones
fue
Las estalactitas le dieron su alma
gota a gota
como sangre evaporada

Y junto a ellas
marchó en fuga hacia el ártico
silenciado, solidificado

El
labrador de muros
atesoró
el anhelo que ya no podía soñar.

Y
-con el aliento consumado-
cinceló al pie de su obra:
"Si me miras el alma, si me rozan tus labios
nada quedará en pie"




sábado, 4 de septiembre de 2010

IMAGENES II

María se encontraba ante un problema a resolver. Más allá de ser la casera del edificio, era la dueña del departamento y contaba con los ingresos que del alquiler obtenía. La policía únicamente supo informarle que una sobrina lejana de Alberto, había radicado la denuncia por desaparición, pero ella sólo se había acercado hasta la comisaría, por pedido exclusivo de María y demostró un total desinterés tanto por su tío como por sus cosas.
Luego de dos meses, tiempo que consideró más que prudencial, decidió que debía sacar las cosas del departamento y ponerlo nuevamente en alquiler. Le costó decidirlo, pues en todos los años de convivencia se había encariñado mucho con él, buen inquilino, respetuoso, tranquilo y sobre todo muy cumplidor con la paga.
Pero en tiempos de crisis los sentimientos tienen un límite y la necesidad lleva a efectuar cambios.
Sus dos nietos, Jeremías y Fabricio, le ayudaron a sacar las pertenencias de Alberto, -que no arrojó a la basura, sino que guardó en el altillo del caserón-. En algún lugar de su ser, guardaba la esperanza de que volviera.
Lo aseó prolijamente, tomándose el recaudo de que todos los muebles quedaran en el mismo sitio en que los había acomodado Alberto.

Jeremías se ofreció muy voluntariosamente a pegar en los negocios vecinos el anuncio de "se alquila departamento....". Lo que la alegró muchísimo, ya que así se evitaría los gastos de la inmobiliaria y podría alquilar a algún conocido que le ofreciera cierta confianza. Siempre hay alguien en el barrio que debe mudarse porque se le termina el contrato.
A partir de ése momento Jeremías comenzó a frecuentarla más seguido. Le hacía las compras, los trámites y le ayudaba con las cosas generales de la casa, sobre todo los fines de semana, ya que no debía trabajar ni concurrir a la facultad.
Un domingo de esos, él llegó con la mejor de las noticias: "abuela, ya tengo un inquilino para vos". María se puso feliz, pues sólo vivía de su pensión. "Abuela, fijate que mañana esté todo limpio, que va a venir a ver el departamento. Es una persona tranquila como a vos te gusta, no creo que tengas ningún inconveniente".

A las cinco de la tarde Jeremías llegó con la persona en cuestión, llamó a su abuela pero no la encontró, lo que le llamó mucho la atención, por lo que comenzó a recorrer la casa, hasta que sobre la mesa de la cocina, halló una nota que decía:"Jere, fui a lo de Alicia, no está bien de salud, encargate vos por favor".
Ya más tranquilo, le mostró el departamento y conforme con lo visto y a los montos acordados, cerraron el contrato de alquiler, mediante un poder general que su abuela le había otorgado un tiempo atrás.

Una camioneta vieja, un poco desvencijada, estacionó frente a la entrada y él comenzó a ayudar bajando las pertenencias de Yésica.

Todavía reinaba en el ambiente el perfume a incienso, que se había impregnado en los sillones y la alfombra ya gastada. Eso le encantó a la muchacha, de unos treinta y cinco años, que pasaría sus horas entre esas paredes.
Transcurrieron unos cuantos días, hasta que logró acomodar todas sus cosas y en acostumbrarse al nuevo lugar. Pero, había algo que la había deslumbrado desde el primer momento y que le continuaba produciendo la misma sensación: esa silla junto a la ventana."Este es el lugar ideal" pensó inmediatamente y colocó delante de ella una mesa no muy grande de roble lustrado. La cubrió con una carpeta de hilo blanco tejida al crochet, junto con unas pequeñas velas aromáticas y varios adornos pequeños en madera que pasaron a ser parte de su geografía cotidiana.

Desde las dos de la tarde en adelante, comenzaban a llegar sus clientes citados rigurosamente con un horario determinado. Ella se esmeraba en atenderlos y que todos salieran absolutamente satisfechos de allí. Sin lugar a duda, más allá de la satisfacción personal de un trabajo bien realizado, el factor económico era primordial.
María se asombró de lo pacífica que era esta chica, y que tanto ir y venir de gente, no convirtiera su casa en un conventillo.
Así pasaron dos años sin inconveniente alguno, al contrario, en más de una oportunidad, María se encontraba,- mientras barría el vestibulo de ingreso-, con algún señor amable que le hablaba maravillas de la joven.

Jeremías había continuado con sus visitas y su ayuda durante todo ese tiempo y también se había hecho amigo de Yésica. Aunque María lo negaba, algunos vecinos decían que entre ellos había "algo", pero a ella no le interesaban los chismes, por lo que no dio crédito alguno a esos comentarios.

Hugo su hijo, y padre de Jeremías, la llamó esa mañana muy preocupado, ya que no había tenido noticias de él hacía ya cuatro días. María supuso, aún en contra de su propia creencia, que se encontraría con Yésica. Golpeó la puerta tres o cuatro veces sin obtener respuesta alguna. Preocupada, tomó la llave maestra e ingresó al departamento,- esta vez no creyó necesario llamar a la policía-.
La gran sorpresa fue hallarlo vacío, casi todos los efectos personales habían desaparecido, sólo quedaban sobre la mesa unas cartas de Tarot Egipcio, ubicadas como en una última tirada y una nota sobre la silla que decía: "tirarme o rómpeme por favor, ya estoy sufriendo de indigestión, traes muy buenos inquilinos".



jueves, 2 de septiembre de 2010

IMAGENES


Cada día, durante más de diez años, Alberto se sentó en su silla, cámara en mano, retratando los distintos cielos que a través de ella, se dibujaban recortados por los edificios vecinos.
Muchas veces le había comentado a sus amigos, que esa tarea le resulta absolutamente gratificante. Cada una de sus tomas eran inspiradas por él y a su vez éstas reinventaban su día a día. Sin embargo, el estar tanto tiempo sentado en esa rustica e incómoda silla, le había originado un problema en su columna. Intensos dolores le aquejaban, como agujas clavándose en toda su musculatura, que por cierto era bien firme y bien formada, digna de la atracción de cualquier mujer que pudiera verlo.
Aún con el perfume del incienso reinante en el ambiente, y siendo casi el anochecer, el dolor se hizo tan intenso que abandonó su sitio de observador, dejó su cámara -envuelta cuidadosamente en un franela- sobre uno de los estantes del armario y decidió estirar las piernas, se sentía entumecido.
Encendió la hornalla y puso a calentar el agua para tomarse unos amargos. Prendió el equipo de música y puso un CD de Kitaro- siempre había tenido tendencia hacia la música armonizante- y comenzó a ordenas los cincuanta y un rollos de película que aún le quedaban por revelar y que de no llevarlos pronto, se le vencerían y perdería todo el material que debía exponer. La pava silbadora le avisó, que debería poner nuevamente agua a calentar si no quería tomar mate con agua hervida.
Los intensos dolores. habían cedido gracias al calmante que el traumatólogo le había recetado y que minutos antes había tomado. Y pacientemente continuó clasificando los rollos y empaquetándolos por fecha, tarea que no le resultaba nada grata, ya que lo de él era simplemente tomar imágenes, rescatarlas de lo efímero del tiempo. Sin embargo era una tarea que si o sí debía realizar, aunque fuera a disgusto.
Esta vez, mucho más atento, retiró el agua justo a punto y comenzó con la mateada.
Ya tenía todo organizado y miró el reloj de la cocina, calculando que probablemente la casa de fotografía ya estaría por cerrar: "no voy a llegar a tiempo", pensó resignado mientras miraba su incómoda silla.

A las tres y cuarto de la tarde, las sirenas abrumaron la tranquilidad del barrio. La casera, dirigió a los oficiales hasta el departamento de Alberto. Ella misma los había llamado, después de comprobar que durante más de tres días no había se sabía nada de él y temió lo peor.
Los agentes ingresaron a su departamento, contrariamente a lo que María creía, él no se encontraba allí, lo cual fue un gran alivio para ella - los miedos no dejan pensar libremente de no ser así, se hubiera percatado que no se percibía ningún olor putrido. Nada extraño notaron al revisar el mismo, todo estaba en orden, tal como él acostumbraba tener.
El oficial Benitez, tal vez el más perceptivo de todos, notó que junto a la cámara de fotos se hallaba una caja y allí, junto con los rollos fotográficos, descubrió una carta:

Me he pasado los días retratando con mi cámara los cielos desde mi ventana. Sufriendo el castigo de esta odiada silla, recta, dura, estructurada. Ahora ya no quiero más imágenes, sólo quiero vivir.




En el Aire

¡Calla! Calla el silencio de rojo estrepitoso Calla como calla la estampida en la nube que por marte se pasea Calla a...