Caminando por un pueblo lejano, llamó mi atención una mujer que se encontraba en el porche de su casa. No era una anciana, sino una mujer madura que, llamativamente, intentaba engrasar unas visagras de una ventana. Entre sus piernas la sostenía con gran delicadeza, casi como si estuviese abrazándola.
Me sorprendió tanto, que escondiéndome detrás de un árbol - no quería parecer una mal educada o inoportuna-, me quedé obrservando cómo trabajaba con empeño sobre ellas. Si bien estaba un poco lejos y no lograba distinguir ciertos detalles, supuse que algo le sucedía, pues mientras colocaba la grasa, se secaba las lágrimas con los puños de las mangas, queriendo ocultarlas rápidamente.
Sin darme cuenta, la hora pasó tan rápido que la noche me encontró muerta de frío parada allí.
Acomodé mi bufanda, me puse los guantes y continué camino hacia la ansiada calidez del cuarto que había alquilado por un tiempo, hasta que terminara mis quehaceres en ese pueblo.
El sol...se tomó el atrevimiento de llamarme por la mañana, oficiando de despertador. La jornada comenzaba y tendría que ir hasta el centro del pueblo, donde el Sr. Rodriguez me estaría esperando para terminar el trabajo, por el que había viajado.
Como el pueblo es realmente pequeño, decidí ir caminando y por curiosidad o tal vez por alguna que otra razón, pasar por el frente de la casa de esa mujer, que tanto me había intrigado.
En cuanto estuve por llegar, me crucé de vereda, no fuera cosa que me viera mirándola - por lo que también recurrí a esconderme detrás del mismo árbol que me resguardara la noche anterior-. Ella se encontraba allí, colocando macetas con miles de flores de distintos colores y en su rostro se esbozaba una hermosa sonrisa, tan brillante de luz y esperanza que extrañamente producía un fuerte reflejo en el vidrio de la ventana (ya reparada por cierto), muy parecido al que produce el sol cuando se pone a trabajar.
Todo lo que había visto me generaba una gran ternura y decidí cruzarme de vereda para intentar entablar un diálogo con la mujer de la ventana (así le había apodado yo). Aunque en realidad no sabía qué preguntarle ni cómo, fui enhebrando lentamente mis pasos, sobre la calle de tierra. De pronto, noté que ella ingresaba a la casa y haciéndome la disimulada me quedé cerca de la ventana que se encontraba abierta. Fue entonces que la escuché decir: "niña mía, ven deja ya la habitación cerrada y ven aquí, ya arreglé la ventana para que puedas asomar tu bella alma y absorber el aire puro que el sol te trae.
Con el sentimiento enternecido, supe que no necesitaba preguntar nada. Ella ya lo había dicho todo.
Si... es para ambas, no hace falta dar nombres!!! un abrazo grande!!
Es un relato precioso.
ResponderEliminarBesos.
Por momentos sentí que hay una ventana en el cielo,por donde asoma el ángel
ResponderEliminarmuy hermoso!
Un beso
(la ventanita del costado dice que habemus dos en línea, ajajajajjaajj, cómo me gusta chusmear eso, hay banderita argentina y española =)
ResponderEliminarPrimero el relato es precioso y después 63 congeturas sobre las posibles ideas que me dispara el relato, pero me quedo con la frase de la mujer de la ventana: "niña mía, ven deja ya la habitación cerrada y ven aquí, ya arreglé la ventana para que puedas asomar tu bella alma y absorber el aire puro que el sol te trae". Las habitaciones cerradas se llenan de moho, hay que abrir las ventanas cada día para que entre aire nuevo y sol, bendito sol de ojos que nos miran con amor, los otros ojos se caen solos.
Besos!
Da gusto asomarse a esta ventana y deleitarnos con tan hermosos relatos como el de hoy.
ResponderEliminarUn besico enorme
Un cuento sublime..muy bien llevado.y con un final que sel lena de esperanza pese a todo..
ResponderEliminarBesotes...