El sol del atardecer entibia sutilmente la cocina mientras ella, con su mente concentrada en alguna parte, sostiene el mango de la pava cuidando que el agua no llegue a hervir. Retira la misma del fuego y casi como en un ritual, acomoda sobre la mesa el mate, la yerba y el azúcar. Todavía con el reflejo de la llama de la hornalla en sus pupilas - y sin dejar de mirar hacia su ser interior- registra que nuevamente sus sentimientos y emociones se encuentran congelados, yaciendo inertes, como detrás de un delgado pero resistente muro, casi como si no estuvieran ahí.
Se ceba un mate, prende un cigarrillo e intenta rescatarlos- tal vez se encuentren ocultos tras el humo, pensó- pero no lo logra, e invoca el poder de la magia o de un milagro, pero parece que nada da resultado.
Ya molesta, se levanta a calentar más el agua. Odia el agua tibia. Enciende nuevamente la hornalla y ya con la pava sobre ella, fija su mirada sobre el brillante fuego. De pronto se quema la mano, retirándola inmediatamente con un acto reflejo. Sintiendo el ardor en su enrojecida piel, viejos sentimientos y emociones comienzan a surgir atravesando ese extraño muro. Y entre ellos, llega un simple y peculiar recuerdo infantil. No era otra cosa que el recuedo de aquél papel en blanco sobre el cual no podía leerse nada.
Se ceba otro mate, enciende otro cigarrilo, mientras en su rostro se dibuja una amplia sonrisa, como la de quien acaba de descifrar una adivinanza.
Rememora con calidez esos juegos infantiles casi ligados a rudimentarios experimentos científicos. Y se ve a sí misma, de pequeña, observando una hoja en blanco y cómo su padre pasa con delicadeza y mucho cuidado la llama de un encendedor por debajo de la hoja. Y sí!!!... mágicamente, en la parte superior de la misma van apareciendo dibujos, letras, mensajes escritos que antes no lograba visualizar. Deslumbrada le preguntó cómo había hecho eso y él le respondió: "escribe con una pluma sumergida en jugo de limón lo que tú quieras, lo dejas secar bien y luego haces lo que yo hice, pasas fuego por debajo de la hoja".
Ella sonríe nuevamente, se toma un mate ya frío, pero ya no le molesta. Se queda pensando unos minutos y se da cuenta que tal vez la vida muchas veces escribe con limón y no nos deja ver sus mensajes, sus sentimientos. O sea sus huellas, hasta que se descubre el secreto de que hay que esperar a que éstos estén suficientemente secos y luego arriesgarse a ponerse en contacto con el fuego (aún pudiendo quemarse), y tomarse el trabajo de pasarlo más de una vez para visualizar aquello que pareció jamás estar escrito.
Una suave sensación de calma la invade al pensar que tal vez ése muro, no sea más que una hoja escrita con limón y que el fuego ya está encendido.
Me ha emocionado tu relato.
ResponderEliminarEstoy convencida de que es así, en nosotros está escrito el mensaje que tenemos para dar, lo que hemos venido a decir, aunque sea infimo, ese mensaje es necesario para la cadena de la vida. Por eso buscamos por dentro tantas y tantas veces la manera de encontrarlo.
A veces parece congelado, pero no es mas que un tiempo, luego se revela como ese jugo de limón seco y se deja ver.
Qué suerte que escribís, a mi la escritura me ha revelado tanto!
Y lo mejor es lo que aún falta, por eso no dejes de escribir, se nota que detrás de ese muro hay mucho por decir.
Besos