Se recortan algunos tejados y lozas en el cielo plomizo de este domingo otoñal. Se recortan algunas copas de los árboles - algunos amarillentos otros todavía coloreados de verde - junto a los tanques de agua de las casas linderas. Todos ellos encerrados en los rectángulos de la reja de su ventana, fragmentados como diapositivas en blanco y negro, como un rompecabezas perfectamente encastrado.
Sus bordes son tan concretos y tan firmes que no hay resquicio para el horizonte oculto tras ellos.
Una llovizna fina, condensa en las rejas algunas gotas que no terminan de caer, tal vez por no resignarse a su destino final: un patio un poco desértico con el destello de alguna planta, que por rebelarse al clima, se empeña en dar flores.
Y él allí, obedeciendo al insomnio como un esclavo; con el corazón cementado pretendiendo que por una rendija escapen los pájaros que no logran volar en el cielo tan gris y plomizo.
Y el amanecer se desliza sobre las horas indiferentes a sus sentimientos, sus necesidades. Se pregunta una y otra vez qué le queda, sino su teclado y ese cuadro pintado de realidades -hoy más gris que nunca- y esa llovizna que parecen conjugarse con su corazón y con sus pensamientos.
Absolutamente desvelado, como sirviente fiel a su amo, aún cuando ya no resiste más, continúa casi catatónico observando el paisaje destemplado y el cielo plomizo. El sonido del paso del tren llega desde lejos a interrumpir el silencio reinante, tal vez para despertar a las pocas aves que comienzan lentamente a plasmar su vuelo de un lugar a otro. Una de ellas se posa justo frente a él, en la soga de la ropa, mientras un incipiente viento comenzó a mover las hojas de los árboles, pero ninguna de las dos cosas le significó nada. Sin lugar a duda siente su corazón cementado. Tristemente se da cuenta de ello e inmediatamente comprende que eso es justamente lo que necesita: debe ser fuerte, muy fuerte, duro, lo más duro posible, sabe que mañana no será un día común y corriente ya que un nuevo año comenzará para él. ¿Cuántos son? se pregunta a sí mismo, como sabiendo que no coinciden los que cumplirá con los que lleva dentro.
Da varias miradas más al paisaje estampado en su ventana y vuelve irremediablemente la vista hacia su ordenador. No más alegre, toma conciencia que su horizonte no está mas lejos que a unos treinta centímetros de su rostro. Un horizonte en el que puede soñar con historias de amor no vividas o dibujar una vida en palabras, sabiendo que tal vez jamás se hagan realidad.
Domingo en Buenos Aires... Recuerda entonces que se celebra el Bicentenario de La Revolución de Mayo y también tiene presente que durante quince días los medios televisivos mostraron con lujo de detalle los preparativos para tal festejo. Ayer mismo, vio la multitud de personas que se agolparon en torno al gigantesco escenario que se montó, para escuchar a sus artistas preferidos. De cualquier forma el hambre reina, la miseria reina, la droga reina, la corrupción reina y en algún lado se pregunta ¿que festejamos?.
Sabe también que mañana deberá esbozar más de una sonrisa no deseada, como si fuese el escenario de la avendia 9 de julio, al tiempo que se preguntará: ¿qué festejo yo?.
Posiblemente festeje la vida, en un día cargado de humedad, contemple el afuera desolado desde un adentro repleto de sentir.
ResponderEliminarTodo lo bonito que se muetsra del bicentenario es como la otra cara de la luna, del otro lado reina la incertidumbre, la necesidad insatisfecha, la soledad...
Ahora me pregunto, desde este lugar en el que me toca vivir siendo mujer-madre y argentina =P es éste el país que queremos? El país fisurado? Dividido? Con pobreza y muerte? Con paco y miedo? Sin futuro?
Lleno de banderitas de ocasión...
No, no es ese el país que quiero.
Desde mi pequeño lugar de ciudadana común lo único que me queda por hacer es no dejar de HACER, eso justifica la vida.
Celebremos la vida, la tuya, la mía, la del personaje de tu relato que tiene un año mas y la de tantos otros que sabiendo lo dificil que es vivir en medio de dificultades de todo tipo, construyen con su hacer cotidiano cada día.
Hoy por ej, este relato, el teclado y tu mirada poética me han hecho bien, porque yo no puedo escribir y leyéndote me he leído.
(ah, una cosa, ayer durante el programa, no leímos tus mensajes al aire porque estaba demasiado lento el chat del face y cuando llegaban estábamos en otro tema y quedaba descolgado, nos pasó eso con todos los que estaban conectados, pero me dijo Aye que se quedó mal porque estaban muy interesantes tus comentarios, Gracias!!!)
Un fuerte abrazo.
A veces yo taambién me pregunto que diablos hace el ser humano festejando, cuando lo que tendría que hacer es eliminar sus inmundicias...y lacras.
ResponderEliminarbesos.
Qué decir luego de todo lo dicho por Pato y moderato?
ResponderEliminarYo creo que igual siempre hay un poquito para festejar, sino moriríamos de la angustia !
Si, días otoñales tan grises no ayudan pero hay que ponerle ánimo.
Un abrazo Beatrizzzzz.
Andrea- Badanita
No hay piedad para el hambre.Sólo las guirnaldas celebran lo celebrable mientras la infamia se recuesta en la clandestinidad de la mentira
ResponderEliminar__________________
Besos y buen día
Aquí no hay mucho para celebrar.
ResponderEliminarCada vez menos.
El pueblo necesita circo de vez en cuando.
Los gobernantes lo saben y se lo dan.
Besos.
Desazón, tristeza, las parafernalias del estado nos idiotizan, patriota no patriota, y que es la patria. Un beso.
ResponderEliminarTe dejo el enlace muy interesante sobre esta celebración.
http://aventuraenlatierra.blogspot.com/2010/05/argentina-doscientos-anos-de-golpes-de.html
Porque somos así de paradógicos, de contradictorios, de ilógicos y sobre todo porque este mundo está al revés.
ResponderEliminarUn saludo.
Aúnque no haya mucho por lo que celebrar,a veces hay que cerrar los ojos,si no la vida no tendria mucho sentido.
ResponderEliminarUn besico
Yo festejo este escrito y me pongo de pie para aplaudirlo.
ResponderEliminarBravo!!!!!!!!!!!!!
Un fuerte abrazo.
Quizas y asi lo sentí yo esos momentos de festejos son tan innecesarios!
ResponderEliminarTanto para hacer y que festejamos?
Acaso el protagonista de tu relato sienta lo mismo en esa tarde llevia!
Muy cercano su horizonte y menos, mucho menos el de algunas personas que apenas llegan al pan!
Buen relato como siempre cielo!
Besos y abrazos!
Beatriz :llueve en Montevideo y desde el televisor se pueden ver imagenes de Buenos Aires y sus festejos...
ResponderEliminarMontevideanos y porteños tan parecidos como diferentes,recordando a Borges y su poema a B.Aires,podemos decir que :
No nos une el amor sino el espanto;
Será por eso que la quiero tanto.
Besos .Luis
Que acertado tu recuerdo del poema de Borges!!!! Somos hermanos, así lo siento yo y como hermanos tenemos nuestras similitudes y nuestras diferencias.
ResponderEliminarGracias por estar presente, un beso grande Luis!!!