Invadida por una imperiosa necesidad de indagar, de saber, comenzó a elucubrar distintas formas de lograr su cometido. Por cierto que esa tarea debería permanecer oculta ya que, en su entorno no todos lograrían comprenderla.
Verónica, llegaba de su trabajo justo a las seis en punto ,luego de haber atravesado la locura del tránsito endemoniado de la capital federal. Lograba por fin llegar a su hogar radicado en las afueras de la gran ciudad,un decoroso departamento, sin demasiados detalles de decoración ni ambientación. Lo había armado con un rejunte de cosas que tanto sus padres, como sus amigos, le habían dado cuando anunció que se iría a vivir sola.
Los vecinos, un tanto intrigados por lo esquivo de su actitud, no cejaban en dirigirle la palabra tratando de hacer contacto con ella e integrarla. Sin embargo, con mucha dureza, Verónica solía saludar, tan sólo por cumplir con las normas de educación y apurando el paso se dirigía al interior de su casa.
Siempre llegaba a las seis en punto, con las compras ya hechas en el supermercado que le quedaba maravillosamente de paso.
Le seguía un buen baño, una copa de vino y mientras Vivaldi sonaba en su equipo de música, se acomodaba tranquilamente frente a su computadora. Sí Verónica era un poco adicta a su computadora, habrá sido por eso, que le esquivaba a las personas, o tal vez justamente lo contrario.
Y aunque nadie pudiera describirla de ésta forma, ella se encontraba profundamente invadida, yo diría, que hasta poseída por la necesidad de saber y ahora pienso que no tenía límite alguno para alcanzar su objetivo.
Los fines de semana solía encerrarse en su casa, sin salir. No tenía casi amigos y tampoco pareja.Y en medio de esa vida solitaria, ella buscaba.
Un día la vecina del 4 c - Lucía-, le tocó el timbre para pedirle que por favor bajara el volúmen de la música, que siendo ya las doce de la noche molestaba bastante. Al abrir la puerta, y mientras ambas hablaban, Lucía llegó a vislumbrar la penumbra del lugar y el reflejo inequívoco de la computadora, pero en realidad mucho no le llamó la atención ya que hasta sus hijos más grandes tenían la costumbre de quedarse hasta altas horas de la madrugada frente al ordenador. Así que, una vez aclarado el tema de la música, se retiró sin hacer ningún otro comentario.
Verónica se encontraba tan fastidiada que inmediatamente desconectó el teléfono, el timbre y apagó su celular, buscando desenfrenadamente un plástico grande, como un viejo hule grueso, de esos que se usaban antiguamente como cubre manteles. Después de revolver el roperito de las cosas viejas, lo encontró y lo puso arriba del escritorio donde se encontraba la computadora.
Alberto, el veicino del contrafrente, lograba observarla un tanto asombrado por todas estas actitudes, que no eran habituales en ella y no podía dejar de preguntarse para qué pondría ese plástico o hule, sobre el escritorio. Alberto siempre la miraba, corriendo apenas un poco la cortina de su ventana.
Sin bien ya había colocado el dichoso plástico, comenzó a dar vueltas por el departamento fumando y caminando de un lado para el otro, a simple vista sin sentido alguno. Y en una de sus caminatas pudo divisar la presencia de Alberto tras las cortinas, observándola, contemplándola. De inmediato bajo las persianas, de modo que su departamento se parecía cada vez más a un escondite o a un bunker. Parecía que se podía vaticinar que en cualquier momento se desataría una contienda tremenda, sangrienta.
La botella de wisky ya se encontraba casi por la mitad, cuando un tanto adormecida, volvió a sentarse frente a la computadora.
Hacía un tiempo largo ya que estaba tratando de escribir su historia, pero le faltaban palabras, o tal vez sólo el valor de utilizarlas.
Doña Lucía bajó prontamente a abrirle la puerta a la policía que no tardó mucho en llegar al edificio. Todavía en bata, los condujo hasta el departamento de Verónica, mientas que trataba, casi balbuceando de explicarles que hacía unos minutos se había podido escuchar un horroso grito proviniente de allí y nada más.
Los efectivos policiales lograron abrir la puerta con la llave del portero y no pudieron más que estremecerse con lo que estaban viendo: Lucía yacía sobre el escritorio de la computadora con sus brazos, pecho y abdomen cortados, casi como si le hubiesen hecho una vivisección. El contenido de su cuerpo se hallaba esparcido sobre aquél plástico.
Muy rápidamente se hizo presente el fotógrafo forense que se dedicó con esmero a retratar semejante cuadro siniestro. Sin embargo, sólo Lucía, que a fuerza de chusma, había logrado ingresar al departamento, pudo detectar que Verónica aún seguía con vida, con sus signos vitales muy... muy debilitados pero viva!. Prontamente alertó de ello a los agentes de la policía y a los pocos minutos Verónica fue trasladada de urgencia.
El informe policial, acompañado de aquellas fotografías, expresaba: Femenina de 37 años de edad, soltera. Se la encuentra con heridas profundas en varias partes del cuerpo.
Déjase constancia, que sobre el hule donde ella fue encontraba aún con vida, y conformando un escenario absolutamente anormal, podían visualizarse desparramadas por doquier pilas de letras rojas desordenadas. Asimismo, se hallaron otras letras también húmedamente rojas, a las cuales se logró dar interpretación, con el siguiente mensaje: "No hallé otra forma de encontrarlas (después de haberlas negado,disfrazado, suplicado y rogado), que no fuera más que abriéndome así, para que sangren mi historia, aquélla que de otra forma no podría contar".
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Un relato escalofriante.
ResponderEliminarY buenísimo.
Al final sacó lo que llevaba dentro.
Besos.
El mensaje de las letras rojas impresiona.
ResponderEliminarSaludos.
Un mensaje entregado con todo el ser, quizás por el cansacio y la desesperación de nunca haber sido escuchada, una historia con nombre de mujer y que desafortunadaamente es muy real.
ResponderEliminarUn saludo.
A veces cuando la presión es mucha y las letras no salen, hay que sangrarlas para ser escuchadas o leídas.
ResponderEliminarTrágico relato
pero liberador al fin ...
Saludos y un abrazo Beatriz
Estoy de pie ¡¡¡y con aplausos!!!
ResponderEliminarGenial Beatríz, genial, me ha gustado muchísimo y me tuvo cortando tornillo hasta el final.
Impresionante, besos!