viernes, 30 de julio de 2010

POR ESA MANIA DE ORDENAR



Aveces uno necesita hacer espacio, correr los muebles, cambiarlos de lugar y de paso tirar aquellas cosas que ya no sirven.
El sábado me levanté con esas ganas de renovar la casa, sobre todo porque cuando el sol está a pleno me inspiro para hacer esas tareas domésticas. Comencé por los benditos placares, esos que me producen un fastidio tremendo.
Demás estaría explicar la cantidad de cosas, que encontré y que ya no uso; pero uno les toma ese cariño especial que dificulta sobremanera deshacerse de ellas, pero en fin ya estaba en la tarea. Así que separé primero aquellos suéters, que llenos de bolitas espantosas sólo ocupaban lugar en los estantes. También aquella campera reversible- verde casi flúo - que mi amiga me había regalado cuando había cumplido los treinta y que nunca me puse.
Haciendo tripa corazón, metí las prendas en una gran bolsa de residuos, mientras mi esposo y mis hijos me miraban absortos y muertos de risa: ¡decían que parecía poseída!

Luego siguieron las camisas, las remeras y por último, creo que lo más tedioso: los zapatos. Tomé coraje y encaré la pila de cajas que se amontonaban en la parte inferior del placard.
Las revisé una por una y me descarté- no con menos dolor- de unos cuantos pares, que se sumarían a la ropa ya seleccionada, y que como era costumbre en mi casa paterna, serían dadas a alguien que las precisara.
Ya estaba terminando con los zapatos cuando veo que en el último rincón había un bulto: una caja tapada con una sábana vieja. En verdad no tenía ni idea que contenía ni recordaba cuándo la había puesto allí.
Quejándome un poco, ya que me tenía que estirar más de lo que mi nervio ciático estaba dispuesto a permitirme, logré sacar esa caja , bastante pesada por cierto ya que es de madera. La descubrí, sacudiéndole la tierra de la tela y allí estaba la bella caja de los recuerdos, que siendo aún muy niña la había bautizado como La Caja de Pandora, no porque se me hubiera ocurrido a mí, sino por sugerencia de mi abuela.
Una gran sonrisa se me dibujó en el rostro, ya que es una bella caja de madera maravillosamente decorada. Y como toda Caja que se precie de ser una "buena caja que guarda recuerdos", tenía candado y llave.
No quiero mentir, pero me pasé toda la tarde buscando la bendita llave, que no tenía la más remota idea en dónde podía encontrase. Finalmente, mi esposo - que ya se había resignado totalmente y me ayudaba a buscarla- la encontró en un pequeño alajerito, que había quedado en un rincón de un cajón.
Lo abracé y lo besé como si hubiera encontrado un tesoro, pero no me demoré mucho en mi demostración de afecto, sino que fui corriendo a abrir mi cajita.
Luego de sentir una gran emoción lo primero que sentí fue un fuerte olor a humedad que provenía de una vieja frazada, que muy bien doblada, tapaba todo lo que se encontraba allí. Con un poco de asco la saqué y la dejé a un costado. Y lo primero que vi fue un gran, pero gran revoltijo de muñecos, papeles, libros, cuadernos de la escuela, muchísimas fotos de la infancia ,de la adolescencia y mis amados diarios íntimos.Era una tarea gigantesca pretender seleccionar y ordenar todo eso. La gran alegría que había sentido, se me fue muy rápidamente quedandome atónita ante tanto revoltijo. Pero ya lo había empezado a hacer y no quería quedarme sin terminar de ver todo lo que allí había.
Separé papeles que no eran míos, muchas fotos - de esas que uno prefiere no ver nunca y menos que otros las vean - y las puse en una de las cajas de zapatos que me habían quedado libres. Lo mismo hice poco a poco con todas las cosas que encontraba. Cuando ya había llegado casi a la mitad de la caja,- que en realidad era como un gran baúl-, envuelto en un plástico negro se hallaba el viejo grabador Wincofon de cinta abierta que tenía mi padre y que justamente se encontraba al lado del viejísimo tocadiscos, también de la misma marca. Con una sonrisa, llamé a los chicos para mostrárselos y mientras trataba de explicarles para qué se usaban esos extraños artefactos, me deleitaba mirando sus rostros de asombro, espanto o incredulidad: ¿podía escucharse música con eso?- me pregunto Alejandro.
No se cuanto tiempo estuve contándoles como funcionaban y lamenté el no hallar ninguna cinta para probar si aún funcionaba. Ellos no entendieron demasiado por qué me reía sola, es que con ese grabador hicimos tremendas travesuras con María Ines, con sólo trece años, !con aquéllos trece años! haciéndole honor al viejo dicho que dice: "el que sólo se ríe de sus picardías se acuerda".

De pronto algo extraño sucedió: unas chispitas de luz brillante, como si fueran luciérnagas incorpóreas, comenzaron a salir por debajo de los vestidos de las muñecas, esfumándose rápidamente. En un intento estúpido de mi parte y supongo que muy gracioso para todo aquél que me hubiese visto, trataba de atraparlas con las manos - cosa que no lograba desde ya. Pero a la tercer o cuarta chispita parecía que mis manos lograban pescarlas en el aire, y cuando eso sucedía se podían escuchar sonidos. Bellos sonidos. Totalmente extasiada estaba a los manotazos limpios y sin darme cuenta esos sonidos comenzaron a formar melodías.
Cuando ya ni las manos ni los brazos me respodieron más, tomé aire y fui sacando las cosas para ver de dónde provenían.
Y allí estaban ellos - los grandes y los chiquitos- con sus tapas de cartón descolorido. Lástima que no estaban todos, pero tal vez si los más significativos. Fue entonces que las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas sin parar (creo que mi familia ya estaba pensando en internarme en un psiquiátrico).
Aquellas chispitas comenzaron a sonar solas y salían de esos cartones. Yo retiré respetuosamente mis manos y fluyeron libremente las más dulces melodías de aquellos años donde reía y lloraba. Donde jugaba y jugaba. Jugaba a ser bailarina y también pianista. Jugaba a ser mujer y a enamorarme platónicamente de Alberto, que era nada más ni nada menos que diez años mas grande que yo! Jugaba a ser noble y sensible...quedándome tal vez horas enteras, descubriendo bellos temas que tallaron mi espíritu y acunaron amorosamente mis duras soledades. Abrigando mis desasosiegos precoces, entre violines y guitarras eléctricas que me llevaban a viajes imaginarios donde todo era posible.

Cuando les cuento esto a mis hijos, no me creen y estoy segura que piensan que es la edad o quizás la crianza un tanto fantaseosa que había tenído, llena de utopías.
Estática me quedé sentada en el piso frente a la gran caja, escuchándo la música que de él salía, no se por cuanto tiempo, totalmente en silencio y tomandome unos ricos mates mientras me fumaba unos cuantos cigarrillos.

Tal vez ellos no estuvieran tan errados, porque gracias a esta edad o a esas utopías, creo haber podido hacer la mejor limpieza y el mejor reacomodamiento de mi alma. Uy, perdón de mi Caja.

NOTA: perdón si la música no se escucha bien, es que los discos son demasiado viejos y las púas ya están bastante gastadas.


13 comentarios:

  1. Cuandod he empezado a leer el relato, ordenar o remover armarios, una actividad rutinaria que repetimos años tras año,he pensado, mira ya somos dos, pero a medida que avanzaba la lectura, me he dicho, no, nada que ver. En esta caja esta el amor, família, escuela,las ilusiones, los sentimientos y deseos de un mundo mejor, que ibamos a construir, nuestra maravillosa juventud, y eso yo, ya no lo encuentro en los armarios hace tiempo, ya que ahora una prenda, ahora otra,poco a poco he ido vaciando de mis armarios las ilusiones, que nunca hubiesen debido abandonarme-nos, a lo largo del tiempo.
    Un beso y un abrazo muy fuerte.

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  2. Me has llegado al alma Beatriz.

    Ese viaje a tu infancia ha sido muy emotivo.

    Besos.

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  3. Yo también ordeno de vez en cuando. Es un método que uso para poner en orden no solo mis cosas, sino también mis ideas. Me alegró descubrir y visitar tu maravilloso blog

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  4. Tu caja de Pandora está llena de bellezas, como tu alma, de donde brotan como melodías tus brillantes palabras que tintinean alrededor de quien, por suerte, tenga el placer de leerte.
    Sinceridad, ternura, nostálgia, emoción, cunatos sentimientos aguarda tu tesoro encontrado.
    Me ha emocionado esta lectura autobiográfica.
    Un abrazo

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  5. Es muy interesante leerte, tienes que ser genial contando historias.
    Me gustó pasar por aquí y saborear un trocito de tu vida.
    Un abrazo, Beatriz.

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  6. Como dice el refrán,no hay mal que por bien no venga.Ya ves,si no te hubieses puesto a ordenar,esa cajita seguiria en ese rincon acumulando polvo y sin embargo ahí estaba esperando ser abierta para que pudieras compartir con todos nosotros esos sentimientos encontrados.
    Un besico

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  7. Precioso Beatriz, hermosa manera de volver a nuestro pasado y acomodar un poco el alma...perdon! el placard...
    Besitos!

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  8. bien por esa caja al mejor estilo amelie poulain, que le devolvió mucho de lo que ES. No en vano todos nosotros estamos revisando con ud en este mundito de letras...

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  9. ¡Oh! ¡Cuántos recuerdos compartidos! Y digo compartidos porque me sentí en tu casa, me sentí ayudándote en tu limpieza y me sentí parte de aquella otra época. Yo también tuve un grabador igual, un Winco igual, diarios íntimos parecidos y casi, casi, las mismas ilusiones...

    ¡Qué bello post, Bea! Una dulzura :)

    Besazos, amorosa.

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  10. He sentido un poco de envidia, he deseado tener una caja de esas con algunos retazos de mi infancia, ya que recuerdo muy poco de ella y no tengo ni una sola foto.
    Me alegra que te hayas librado de algunos de esos fantasmas que van anidando por doquier.
    Un saludo.

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  11. Fue entonces que las lágrimas comenzaron a correr por mis mejillas sin parar (creo que mi familia ya estaba pensando en internarme en un psiquiátrico).

    Eres Adorable ... Me has hecho llorar con lo que he leido , a mi me paso algo parecido con mis hijas

    Un abrazo querida amiga

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  12. Lo que no se gasta es la pluma de tu imaginación :)

    Me encantó cómo descubriste tu alma con música, digo tu caja ;)

    Besos.

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  13. ¡¡¡¡¡¡no se borróoooo no se borróoooo!!!

    =P

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Has entrado en La Caja, cuéntame lo que encontraste, déjame tu huella, quedará guardada.

En el Aire

¡Calla! Calla el silencio de rojo estrepitoso Calla como calla la estampida en la nube que por marte se pasea Calla a...