Debo reconocer, que no se bien como comenzar este post y no es una cuestión de palabras más o menos.
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Bella imagen, por cierto. Muy bella, pero más allá de las imágenes, de las apariencias están las realidades, más de una vez, no tan bellas ni tan radiantes. Pero.. ¿alguien podría decir que ésta familia no es feliz?...
La realidad es que puertas adentro se desarrolla un mundo interno, oculto, a veces oscuro, silenciado por el miedo, por la denigración, por los golpes, por los gritos. Pero cómo reconocerlo afuera, como decir que una/uno, es capaz de convivir con alguien así. Cómo uno es capaz de arrastrarse por unas migajas de afecto a tantas humillaciones. Y entonces por propia vergüenza uno, simplemente dice: " está todo bien". Aunque luego aparezcan las depresiones o las marcas de los golpes y aún así para el afuera:" no pasa nada, está todo bien". Es que, si nos atrevemos a decirlo nos arriesgamos a encontrar descreimiento o incredulidad, provocada por esa bella imagen y entonces estaríamos todavía más solos. O bien, encontrar una mano extendida que nos aliente a salir, y aunque en el interior de cada uno se sienta un miedo paralizante, a la vez también pueda tenerse la sensación de que hay una salida y entonces, ya no podremos volver atrás y deberemos hacer algo. Esa situación implicaría tener que enfrentarse al pánico y a la furia exacerbada por el límite impuesto al otro, tan acostumbrado a ser temido y obedecido sin excepción.
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Entre tantas clases de violencia, está la más disimulada, aquella que no deja huellas de sangre, ni moretones, que no deja rastros visibles para que otros procuren acercar una ayuda. Esa violencia psicológica, que como una gota día a día taladra el alma y la mente reduciéndonos a ser simplemente un títere, un muñeco manejable, quién sabe hacia qué dirección, deja huellas invisibles y tal vez más difíciles de cicatrizar.
Recuerdo que en un juzgado preguntaron: ¿él se droga?, ¿toma alcohol?, ¿le pega? y las respuestas eran: no. ¿él trabaja? y la respuesta era : si. Difícil es demostrar aquella agresión que no deja huellas visibles en el cuerpo.
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Con suerte sólo serán él y ella o ella y él. Pero casi siempre están esos duendecitos que ven, que sienten, que aprenden. A cierta edad ellos comienzan a gritarnos las realidades en la cara, tal vez con hechos confusos o palabras claras. Y a veces ellos son nuestros relojes despertadores. Nuestras mejores alarmas. Nuestros mejores motivos.
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Estas realidades se pueden dar en distintos escenarios, con distintos matices. Con apoyo familiar o con una familia indiferente o que simplemente dice, "pero es tu esposo, es tan bueno, tan trabajador, no serán cosas tuyas?, dejate de pavadas y volvé con él". Con dinero. Sin dinero. Con trabajo o sin trabajo.
Estas realidades pueden darse de mil formas distintas y no por ello dejar de ser tan crueles.
Sólo se, que se debe buscar ayuda, siempre buscar ayuda y animarse a atravesar el pánico que se tiene, sintiendo que es como tirarse de un trampolín cuando uno sufre de vértigo.
Los caminos recorridos hacen que al mirar situaciones de este tipo uno sienta que sí tienen solución. Aunque los juzgados sean lentos, aunque la policía no escuche. Nunca quedarse con un "no" como respuesta: seguir y seguir, como sea. Aunque parece que ese infierno es eterno!!!
Para nada quiero decir con ésto que es fácil, tal vez todo lo contrario, tal vez se llegue a vivenciar lo más cruel de la otra persona.
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Ayer, entró a la guardia del Htal. donde trabajo como administrativa, una mujer sosteniendo una gaza sobre su boca y acompañada por un hombre, los dos de unos treinta años aproximadamente. Casualmente me encontraba en la puerta de la misma, porque estaban limpiando mi oficina. En primera instancia pensé, uy!! pobre!! si le duele una muela, acá no hay dentista. Pero luego observé salpicaduras de sangre en la parte de atrás de su jeen. Ellos se acercaron a la ventanilla de atención y sacaron el número correspondiente volviendo a ubicarse cerca de mí. Hasta ahí, la duda, la impresión y el beneficio de la duda. Él se le acercó para hablarle en tono muy bajo y al observarlo bien, vi salpicaduras de sangre en su pantalón. No podía evitar escuchar lo que se hablaba. El le decía:" yo no quise hacerlo... no quise" , mientras ella lo escuchaba aturdida, con los ojos hinchados de haber llorado. Ya no tenía más dudas. Para mis adentros pensé, ojalá el médico que la atienda, detecte la situación y se comprometa para orientarla al servicio de salud mental, donde pudiera encontrar apoyo. Ojalá no se haga el distraído y no haga nada. Entonces una encrucijada se apodero de mí: ¿qué hago, me acerco a hablarle a ella?, ¡cómo hubiese deseado que estuviera sola!. Si hubiese estado sola algo le hubiera dicho. Pero él, con su presencia significaba tal vez una mayor represalia en su contra al volver a casa. Por eso callé.
El muchacho de la limpieza nos hizo señas para decirnos que ya podíamos entrar. No supe nada más de ella. No vi como se fue, pero su imagen siguió y seguirá en mí.
Para quienes en algún momento de la vida estuvimos en un lugar similar, es muy difícil ante la visión de una situación como ésa, permanecer inmutables.
Ayer no pude, ni era conveniente decir algo, pero hoy, por lo menos desde aquí, desde este humilde espacio, aprovecho para dejar este mensaje.
HERMANA SIEMPRE BUSCA AYUDA, SIEMPRE. SI SE TE CIERRA UNA PUERTA BUSCA OTRA. SIEMPRE HABRÁ ALGUIEN DISPUESTO A AYUDARTE SI BUSCAS LO SUFICIENTE.
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Si en algo puedo ayudarte, sólo dilo.
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