Ayer por la tarde ella me confesó gran parte de su vida. Como siempre fue su costumbre, no utilizó palabras, si tal vez algunas gesticulaciones de color.
Me contó, que hace poquito tiempo había comenzado a cuidar de un bebé hermoso, que la mamá ya no estaba sola y que la abuela ya había partido a mejor vida.
Ayer me contó que por las noches se convierte en espejo. Intrigada, cuando el cielo se tiñó de azul fui a verla y tal cual me había dicho, era un espejo.
Medias, enteritos, calzoncillos, baberos, camisas... nada la habitaba. Estaba tan solitaria como la soga de mi patio.