viernes, 30 de septiembre de 2011
DECIR GRACIAS A TIEMPO
domingo, 18 de septiembre de 2011
AUSENCIAS
domingo, 11 de septiembre de 2011
ESPEJO
Alejandro tiene la costumbre de mirarse al espejo bien profundamente a los ojos, intentando reconocer la chispa y ese brillo que de niño solía tener; hasta que su barba le grita en la palma de su mano que debería abrir el botiquín y sacar su maquinita de afeitar y proceder con el ritual de casi todas las mañanas. Luego el resto de cabello canoso que aún le queda, le recuerda implacable que debe ocuparse de él. A esa altura, ya sin mirar tan fijamente al espejo. La imagen lo asusta un poco.
De fondo escucha los ruidos de la casa, aquellos de todos los días. Las voces de sus hijos Federico y Sabrina, -preparándose para ir a trabajar- y tal vez, también el ladrido de la perra, la pequeña Chichu, que tanto quiere. Sin embargo, el baño se convierte una vez más, en un gran salón ,cuyo amplio ventanal mira hacia un gran océano. Late en el recinto un mortal vacío, que sólo es roto por la presencia de Alejandro. Una melodía romántica suena desde alguna parte,mientras él gira y gira en el centro mismo del salón.
Como siempre, llegaría a la oficina con una sonrisa en su rostro, un saludo amable, y el corazón aliviado.
Por fin volvía a ser lunes.
jueves, 8 de septiembre de 2011
TIERRA
sábado, 3 de septiembre de 2011
CHOCOLATE
Tironeó con fuerza el envoltorio que lo separaba de la dulzura de ese chocolate. Desprendió una pequeña porción que rápidamente se llevó a la boca.
Su sabor invadió cada rincón, invadiendo con su aire entremezclado, los huecos de aquellos sentimientos acorralados en los espacios más vacíos que podía tener.
Y mientras caminaba las tres cuadras que lo separaban de su casa, el aireado chocolate le ensanchó los pulmones de ansiedades y tal vez esa sensación, que esquivaba con cierta frecuencia: la esperanza.
El pie derecho se elevó para apoyarse sobre el último cordón de vereda que le restaba por subir.
Sacó la llave de la casa, abrió la puerta y al hacerlo escuchó como siempre, a su pequeña perrita que con un ladrido, mezcla de llanto de alegría y emoción al escucharlo llegar, la recibía. Nada más podía escucharse dentro de su casa.
Subió las escaleras, con el sol todavía brillando en sus ojos. Acarició a la pequeña mascota con una sonrisa en su rostro. Colgó su campera, dejó su bolso y se sentó por unos minutos en el cómodo sillón del living.
Dejó caer su estremecida humanidad, de años, de canas, de arrugas amadas, en un mar marrón, en un almohadón dulce y caliente.
Respiró profundamente, soltando involuntariamente un tímido gemido, mientras de sus poros emanaban gotas también marrones.
En el eco del profundo silencio, un susurro brotó al recordar sus labios:" no sabes que soy como ese chocolate aireado, capaz de disolverme en ti, para darte todo, incluso mi aire."
El envoltorio yacía caído al costado del sillón y las insistentes lamidas de su perra sobre su rostro, lo despertó al tiempo que pudo escuchar: "Ya está servida la mesa, querido."
jueves, 1 de septiembre de 2011
DUELO
En el Aire
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